En sus palabras de agradecimiento, el Historiador de la Ciudad de La Habana
recordó que la Legión de Honor —la más alta distinción que otorga el gobierno
francés— fue establecida en 1802 por Napoleón Bonaparte, entonces Primer
Cónsul de la República.
También ahondó en el significado de la huella de esa nación en la cultura
cubana y americana, desde el año crucial de 1789, que marcó el inicio de
la Revolución Francesa. «Asumimos esa historia con toda su hermosura;
es parte de un legado que no solamente nos pertenece, sino nos enorgullece»,
afirmó.
Previamente, intervinieron el embajador de Francia en Cuba,
Jean Mendelson,
y el presidente del Senado de ese país,
Jean Pierre Bel —en quien recayó la
entrega de la condecoración, aprobada por el presidente François Hollande—,
para testimoniar su admiración por la personalidad del recipiendario y resaltar
los servicios prestados por él al país galo a lo largo del tiempo. Al final, el
presidente de Senado obsequió al Historiador de la Ciudad un documento
de Victor Hugo sobre la Comuna de París.
La Legión de Honor es el reconocimiento más antiguo y prestigioso al mérito
que desde hace más de dos siglos otorga Francia a nacionales y extranjeros
para destacar los aportes en la creación humana, artística, científica y productiva.
Se encontraban presentes en la ceremonia, por la parte francesa, una representación
del Senado de ese país y de la misión diplomática en La Habana, y por la cubana, el
ministro de Cultura, Rafael Bernal; el Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana;
así como altas figuras de la intelectualidad como Alicia Alonso, Monseñor Carlos
Manuel de Céspedes, Roberto Fernández Retamar, Graziella Pogolotti, Nancy Morejón
y Eduardo Torres Cuevas.
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El Historiador de la Ciudad recibe un documento manuscrito del escritor francés Victor Hugo, obsequio del presidente del Senado de Francia Jean Pierre Bel (al centro), en presencia del embajador de esa nación en Cuba, Jean Mendelson (extrema derecha). Debajo, vista del público asistente a la ceremonia en el Museo Napoleónico. (Fotos: Néstor Martí) | |
Palabras del embajador de Francia en Cuba, Sr. Jean Mendelson
Permítanme primero dirigir unas palabras de agradecimiento al presidente del
Senado francés, quien estará a cargo de la ceremonia oficial de hoy y quien,
en este preciso momento, representa a Francia ante todos nosotros.
Aceptó que yo pronunciara estas palabras y aprovecho entonces la libertad
que se me ha dado de hablar a título personal para saludar a un hombre que
es amigo de Francia, y también de su embajador. La amistad se vive tanto
en los buenos momentos como en los más difíciles. Hoy estamos viviendo
un momento privilegiado y me pertenece darles a conocer las razones por
las que, a mi parecer, el doctor Eusebio Leal Spengler, primero condecorado
Caballero (Chevalier), luego Oficial (Officier) de la Legión de Honor francesa es
elevado hoy al rango de Comendador (Commandeur) de nuestra primera y más
antigua Orden nacional.
La primera vez que conocí a Eusebio Leal fue hace casi ya 23 años. Seguramente
él ni se acuerda. Estábamos celebrando el Bicentenario de la Revolución francesa
y de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en medio de una
gran alegría popular. El Ministerio francés de Relaciones Exteriores me había
encargado de seleccionar alrededor del mundo a algunos invitados significativos
para este aniversario. Eusebio también fue mi primer invitado cuando asumí mis
funciones de Embajador de Francia en Cuba en 2010.
Desde ese entonces, he podido darme cuenta de la importancia que él otorga a todo
lo que representa nuestro país, su cultura, su historia y, en primera instancia, el
interés que manifiesta hacia aquel cuarto de siglo que, desde la toma de la Bastilla
hasta Waterloo, ha transformado el mundo por completo.
El lugar en el que nos encontramos ahora, al que Eusebio ha dado forma con la
misma pasión con la que emprende todo lo que hace, ha sido restaurado e
inaugrado en 2011, y simboliza maravillosamente bien la riqueza del aporte
francés a lo que pertenece ahora al patrimonio cultural nacional cubano. Pero
este lugar dista mucho de ser el único motivo por el cual Francia rinde homenaje
a este notable servidor del resplandor cultural de Cuba.
Entre los hechos más significativos, quisiera subrayar cuando el Senado de la
República francesa y la asociación Cuba Cooperación estaban buscando un
lugar permanente donde tener una presencia cultural y que Eusebio Leal
propuso en la Habana Vieja lo que es hoy la Casa Víctor Hugo.
Recuerdo también cuando fue necesario convencer a las autoridades cubanas
acerca de la especificidad del aporte de la Alianza francesa. Eusebio Leal, junto
con otras personas entre las cuales se encuentran los nombres más
sobresalientes de la cultura cubana - la mayoría de ellos presentes hoy
– no vacilaron un instante en participar a este trabajo de explicación y de
convicción. Hoy, la Alianza francesa de Cuba es dirigida por un Consejo de
administración del que Eusebio es miembro de primer plano.
Cuando buscamos lo que une a nuestros dos países a lo largo de la historia,
más allá de las tribulaciones y de las incertidumbres políticas o económicas,
basta con preguntárselo a Eusebio Leal: no le hará falta consultar su biblioteca
para citarles a los tres Heredia, a François Antommarchi, Paul Lafargue,
Jean-Baptiste Vermay, Frédéric Mialhe, Alejo Carpentier, y tantos más,
sin olvidar por supuesto, sobre todo en este momento, a José Martí, su
pensamiento, o su encuentro con Víctor Hugo.
«Entre nos», les voy a dar un consejo de amigos: si Usted tiene su tiempo
contado, NO le pida a Eusebio hablar sobre este tema, porque es inagotable.
Del mismo modo que es inagotable cuando se trata de charlar acerca de La
Habana y de sus inmensas riquezas, que sabe poner de relieve con
tanta maestría.
A lo largo del tiempo, Eusebio ha construido con nuestro país una relación
basada en un amor intelectual, así como en amistades inquebrantables. Sé
que le hará feliz que mencione aquí al recordado y echado de menos, el
senador Michel Dreyfus-Schmidt quien desempeñó un lugar primordial en las
relaciones franco-cubanas, y también a la princesa Napoleón que había
venido aquí mismo en 2011 para celebrar la reinauguración de este museo
y quien, el mes pasado en París, aún me hablaba con emoción del recuerdo
que guarda de su estadía y de la manera tan especial como su Historiador la
había recibido.
Este acercamiento provoca resonancias históricas curiosas: fue Bonaparte
quien creó el Senado, al que se llamaba en ese entonces conservador, el
cual de hecho se comportó muy mal en 1814 durante la infortunada invasión
que condujo a la coalición anti-francesa, es decir en la época contra-revolucionaria,
en la capital de nuestro país.
Pero de eso no se puede contar más, porque hay prescripción…
Porque, hay que terminar por esto, Eusebio Leal siente hacia Napoleón una
pasión que me asombra a mí mismo. Ama al joven general revolucionario y
robespierrista; ama al cónsul de la República que establizó las conquistas
de la Revolución, aquellas «masas de granito» sobre las cuales todavía vivimos;
aún ama a aquel Emperador un tanto infiel a los ideales de su juventud; y ama
por sobremanera a este personaje romántico, aquel deportado de la isla de
Santa Elena que transformó las conciencias.
En el fondo, Eusebio Leal no pudo resistir al poder de atracción de Napoleón.
Lo que siente hacia este personaje completamente fuera de lo común, es lo
mismo que sintieron antes que él hombres como Honoré de Balzac, Stendhal,
Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Louis Aragon, pero también Goethe, Marx,
Pouchkine, Lermontov, Mickiewicz, y hasta Charlie Chaplin.
Eusebio sabe que la Legión de Honor fue creada por el Primer Cónsul de la
República porque éste quería «un orden que fuera el símbolo de la virtud, del
honor, del heroísmo, una distinción que sirviera a la vez para honrar el valor
militar y el mérito civil».
Personalmente, conozco a muy pocos recipiendarios franceses que entiendan
tan profundamente como Eusebio Leal el sentido de esta condecoración.
El sabe que, hace 210 años y algunos meses, exactamente el 29 Floreal
del Año X (lo cual corresponde al 19 de mayo de 1802 en el calendario
republicano), la República francesa adoptaba una ley que creaba la Orden
nacional de la Legión de Honor.
Hasta la Restauración de la monarquía de 1815, los ciudadanos franceses
que recibían esta condecoración debían prestar un juramento —que
evidentemente no era exigido en el caso de los extranjeros—, pero que
Eusebio hubiera pronunciado con mucha alegría, estoy seguro, por ser
su texto todavía tan actual, ante sus ojos de ciudadano cubano al
iniciar el 2013 :
«Juro, por mi honor, que me consagraré al servicio de la República, a la
conservación de su territorio en su integridad, a la defensa de sus leyes
y de las propiedades por ellas consagradas; a combatir por todos los
medios que la justicia, la razón y las leyes autoricen, toda empresa
que tienda a restablecer el régimen feudal; en fin, a contribuir con
todo mi poder al mantenimiento de la libertad y de la igualdad,
base de nuestra constitución.”
Muchas gracias.
Palabras del presidente del Senado de Francia,
Sr. Jean Pierre Bel
Querido Eusebio Leal:
Nuestro Embajador, Jean Mendelson, acaba de pronunciar sobre
usted las palabras correctas. Lo ha hecho con la inteligencia del
intelectual que es, con la experiencia y la precisión del historiador
que conoce el tema de que se trata, y también con la calidez y el
afecto del amigo que ha llegado a ser.
Esta calidez, este afecto, esta amistad, usted lo sabe, las
comparto igualmente.
Durante nuestros diversos encuentros e intercambios en París,
o aquí en La Habana, siempre me impactó su inmensa cultura,
el fervor de su curiosidad, la pasión con la que usted estudia y
vuelve a estudiar nuestra Historia, pero también, y sobre todo,
su admiración apego a lo que representa mi país, Francia, en lo
más bello que ha concebido, a saber la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, el combate universal por la emancipación
y la libertad, la conquista de nuevos derechos sociales, el espíritu de
resistencia y de solidaridad junto al más débil y frente al más fuerte.
Guardo el recuerdo de esos momentos inolvidables pasados en el
Palacio de Luxemburgo, Senado de la República. Ante el asiento
donde se sentó para su coronación el Emperador Napoleón, o ante
testimonios visibles de este pasado glorioso, frente a la explicación
un poco remanida de los especialistas de estos sitios, usted, el
historiador de La Habana, completaba, explicaba, daba todo el sentido
a detalles hasta ese momento oscuros.
En la amistad entre dos países, entre dos culturas convergentes,
querido Eusebio, hay lazos… lazos que a veces se tienden y sin
embargo no se rompen. Usted representa uno de esos lazos. El lazo
que vincula la Francia de Víctor Hugo y, agregaría a ésto, si usted lo
permite, la Francia de Aimée Césaire, con este grande y hermoso país,
Cuba, la tierra de José Martí y de tantos otros espíritus libres.
Es por ello, Eusebio Leal, que para mí representa un inmenso placer
y un gran honor hacerle llegar el reconocimiento de la República Francesa.
Eusebio Leal, en nombre del Presidente de la República, y en virtud de los
poderes que me han sido conferidos, le hago Comendador de la orden
nacional de la Legión de Honor.
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